#CINCOMINUTITOSMÁS

Nunca pospongo la alarma cuando suena el despertador por la mañana. Creo que pulsar ese botón es un autoengaño tan grande como cuando digo: ‘la última y me voy‘. La única vez que caí en esa trampa y me entregué a Morfeo #cincominutitosmás, fue porque estaba soñando con que Jose Luis Martínez-Almeida me perseguía por la playa tocando el violín y claro, NECESITABA saber cómo terminaba esa quimera. Tan evidente como que dos y dos son cuatro, era que esos #cincominutitosmás del demonio se convertirían en #treintaminutazosmás; ergo, llegué tarde y despeinada a una reunión y tuve que disculparme alegando que me había entretenido con el Alcalde, que quería ofrecerme el puesto de Primera Dama. Me despidieron.

Y a propósito de estos dramas del Primer Mundo, el otro día escribía en Instagram que la última semana de agosto es precisamente como esos #cincominutitosmás que te das de margen cuando suena la alarma. Pero ahora que miro hacia atrás, me doy cuenta de que no es la última semana de agosto, si no que ¡es el mes de agosto completo lo que ha durado cinco minutos! Querido agosto, has sido un público maravilloso, pero igual de fugaz que las Perseidas que adornan tu cielo nocturno. Quiero pedirle a Sabina desde aquí (seguro que es un fan y me lee) que reescriba la canción porque a mí cada verano me roban la cartera, el corazón el mes de agosto.

Reconozco que si hubiese un botón para posponer el inicio de septiembre, tendría la tentación de pulsarlo y aunque no suelo hacerme una lista de propósitos, sí que pertenezco al grupo de las que piensa que el ‘año’ empieza en estas fechas, así que exprimo todo lo que puedo los #cincominutitosmás de agosto, ya sea haciendo nada.

O haciéndolo todo.

Hay gente que cuando ve que septiembre les acecha escondido detrás de una palmera, en vez de cinco minutitos, piden otro mes más. Gente que se agarra al verano, aunque sepa que el otoño ya está ahí. A mí me encantan las vacaciones; me chifla volver a casa de noche con el pelo ‘salao’ y los pies llenos de arena (después de que Almeida me persiga por la playa tocando el violín), darme una ducha de una duración mucho mayor de lo sostenible para el medio ambiente y salir corriendo a cenar. Pero también me encanta VOLVER. Volver a la rutina, a los horarios, al día a día (qué pereza doy con esta frase) y tratar de alinear de nuevo mis neuronas, después de haberlas tenido totalmente desatendidas durante unas semanas.

Me encanta romper la rutina, pero termino echándola de menos y yo creo que cuando tu día a día te gusta, es que lo estás haciendo bien. Por cierto, acabo de leer que Almeida ha pasado parte de sus vacaciones en Galicia haciendo el Camino de Santiago; no mencionaron al violín, pero seguro que lo llevaba en esa mochila que era más grande que él.