Tenía a mis espaldas varias carreras populares (ninguna de más de 10K) y muchos kilómetros recorridos durante estos tres años que ya llevo enganchada al running. Tres pares de zapatillas gastadas, dos grandes cajones llenos de mallas de colores, camisetas térmicas, calcetines, pantalones cortos, tops y un cortavientos verde, pero lo que más tenía eran ganas de superarme a mí misma; así que, por qué no retarme a hacer terminar la Media Maratón de Coruña el 22 de febrero.
Dicho y hecho, decidí hacerla un mes antes del gran día, no tenía demasiado tiempo para prepararla, pero era suficiente teniendo en cuenta que llevo mucho tiempo saliendo a correr 3 o 4 veces por semana. Con un poco de esfuerzo podría hacerlo.

Durante este mes todo ha girado en torno a la media maratón. Se acabaron las magdalenas los muffins del desayuno y las cenas copiosas del fin de semana. El tiempo para novio y amigos se limitó y mi prioridad era entrenar. Todo por una fecha y un objetivo: 22 de febrero y hacerlo en menos de 2h. Sé que suena friki, un poco de loca, pero para eso tengo a Leo, mi compi de asfalto y de frikismo, porque todas estas locuras las hacemos juntas, y, aunque cada una tenemos distintos objetivos (ella corre como una gacela y yo no tanto), el saber que en mi pandilla tengo a otra persona que no me mira como un bicho raro cuando el viernes digo: ‘hoy no bajo que tengo que correr 15kilómetros’, alivia, y te hace ver que no tienes un trastorno obsesivo compulsivo con el running (o si lo tengo, por lo menos lo comparto).
Entrenaba 5 días a la semana combinando series, carrera suave, carrera larga, trabajo de fuerza, etc. En la segunda semana mi pie me avisó de que me estaba pasando y tuve que comprarme una bolsa de guisantes congelados y reposar, como el buen vino. Me desanimé un poco, pero en tres días conseguí recuperarme y volver a la carga…
Por fin llegó el temido gran día. Llevaba un par de noches soñando con que no lo conseguía, o que lo conseguía a duras penas. Madrugón, desayuno de campeones y al lío. Había quedado allí con Leo. Las dos respirábamos ilusión y nervios; llovía y las dudas nos asaltaban continuamente… llevaré el chubasquero? tendré frío? calor? Ay por favor que empiece ya!!
Nada más escuchar el pistoletazo de salida, la lluvia empezó a remitir y al cruzar la línea de salida Leo y yo ya nos desperdigamos (nos vemos en la meta!!). Empecé con calma, me quedaban muchos kilómetros por delante y no quería llegar al kilómetro 12 desfondada, el ambiente era increíble, la gente te animaba desde la acera y yo no podía dejar de sonreír. Pasaron los primeros 10 K y me sentía genial, podía intentar apretar más, pero decidí seguir a ritmo constante y disfrutar; cuando me di cuenta, ya estaba en el 18… Nunca había corrido tanto y, sobre todo, estaba pasándomelo pipa!!

Llegué a la meta en 1h 58’52’’ con los brazos en alto. Había corrido, había luchado y había acabado en el tiempo que quería… PRUEBA SUPERADA! Sé que me queda mucho por hacer correr, el año que viene quiero bajar ese tiempo, pero ahora nos toca hacer la Vig-Bay el 22 de marzo, vamos Leonor!!
Gracias a todos los que me acompañasteis, aguantasteis y animasteis en esta prueba, dais mucho subidón!!