A la vida le pido que se me ilumine la cara un martes cualquiera porque he pedido una caña y el camarero la ha acompañado de un buen pincho de tortilla. También le pido tener un ratito el miércoles para leer un libro antes de acostarme y vibrar el jueves en un concierto improvisado. Ya es viernes, ¡bailemos!
A la vida le pido sonreír el sábado por las agujetas que tengo y que no sé si me recuerdan que mis entrenamientos van por el buen camino, o que anoche estuve a dos movimientos de convertirme en gogó profesional. Y que la vida no se olvide de que el domingo me encanta tomar de aperitivo una tapita tapaza de callos, después de haber corrido 10 kilómetros con el sol en la cara (callos y caña son el mejor ‘recovery’, lo dice un estudio de la Universidad de las Rubias, Runners y Cerveceras).
Supongo que tendré que acostumbrarme a levantarme el lunes con unas ojeras de las que cuelgue el cartel de: ‘a menos que seas un café, que nadie le dirija la palabra a esta señora rubia’.
Eso no me lo pido, pero me imagino que son la consecuencia de que la vida me dé el resto de cosas, así que WELCOME REFUGEES OJERAS. Tengo un corrector buenísimo para esas ‘heridas de guerra’. Por cierto, he adquirido un billete de avión a un nuevo destino.
¡Ya es martes!