GRACIAS.

Te voy a echar mucho de menos. Gracias por haberme acompañado al otro lado del charco, al cuarto de baño y al sofá. Gracias por haber estado en mis noches alegres y en mis mañanitas tristes, levantándote conmigo tantas veces y acompañándome en la cama otras tantas.

Gracias por darme la hora cuando el insomnio me abrazaba en mitad de la noche. Y por iluminarme el camino a la cocina en la oscuridad de mi casa. Nuestra casa.

Gracias por ponerme canciones animadas en mis carreras por el parque, ayudándome a batir mis mejores marcas. Gracias por facilitarme el estar en contacto con la gente a la que quiero y está lejos. Y con la que está cerca también. Gracias por hacer de brújula y de radio. De bloc de notas y de agenda. Gracias por darme 5 minutitos más cada mañana. Gracias por pedir taxis a cualquier hora y por informarme de que mis pasos semanales se redujeron un treinta por ciento durante las navidades. Aunque eso es normal en vacaciones, la buena vida, ya sabes. Ya he vuelto a la rutina, supongo que te habrías dado cuenta, pero no nos ha dado tiempo a comentarlo. 

Gracias por hacerme selfies en los que se me ven los puntos negros de la nariz y por recordarme que tengo cita para limpieza de cutis la semana que viene, que es lo mismo que hacer de agenda, eso ya te lo he dicho antes. Y también gracias por captar mis abdominales para la foto, eso no te lo he dicho, pero recibí varios fueguecitos por Instagram.

Te has ido demasiado pronto. 

A quien te haya sustraído de mi bolso: no sabes lo que es cabrear a una rubia gallega.