DENTRO SUMMER.

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Nada indica mejor la llegada del verano, que cenar helado un helado nocturno.

Y sí, por supuesto, ayer decidí celebrar la llegada del solsticio entregando mi alma al dulce frío. Dicen que el helado es un gran antidepresivo y estoy de acuerdo, aunque yo no es que estuviese deprimida, estaba de resaca máxima un poco afligida por el no-ascenso del Depor (que en mi humilde opinión de futbolera de Palo, no era nada merecido, pero una vez en la final, siempre tienes la esperanza, oye).

El dueño de la heladería me dejó probar 2546 sabores para que yo terminara escogiendo dos bolas de chocolate. Al amable señor no debió parecerle mal la improvisada cata que me monté en su heladería, porque me puso dos bolas de chocolate más grandes que mis pechos mi cabeza. No, en serio. ENORMES. Ya con eso se me pasó la resaca se me dibujó una sonrisa feliz y envíe al Depor al cajón de objetos perdidos y olvidados de mi cerebro.

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A medida que engullía mi helado, una idea se fraguaba en mi cabeza: qué guay sería estar triste, comer helado para consolarnos y que al llorar nuestras lágrimas se transformasen en batido de chocolate, entonces chuparíamos las dulces lágrimas y ya seríamos felices 🙂 Pero después pensé que al estar felices, dejaríamos de llorar, no habría más batido de chocolate y volveríamos a estar tristes 😦

Mi conclusión de la movida: MENUDO EMPACHO la vida es como llorar helado de chocolate, la vas consumiendo y combinas momentos muy dulces con otros amargos. Esos momentos son inevitables y hay que vivirlos, disfrutarlos y/o dejarlos que pasen, pero tenemos que fijarnos en las pequeñas cositas que nos trae cada momento porque, aunque sea muy dulce, de repente y sin saber cómo, algo se escapa, se derrite y te pringa las manos y el pantalón blanco.

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P.D.: creo que tengo que volver a la heladería y preguntarle al heladero si su producto estaba adulterado con sustancias alucinógenas y la próxima vez pedirle una bola extra.

YO VUELVO.

Leyendo la nota de autor del libro de Manu de Lorenzo, ‘Todo lo demás era silencio’ que por cierto, os recomiendo poderosamente, me encontré con la siguiente poesía de Felix Grande:

Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.

Pues mire, Felix, respeto tremendamente su poesía, pero discrepo. Y se lo voy a explicar con otra poesía una ‘Oda a volver a todos laos‘:

Hay dos lugares en los que yo he sido inmensamente feliz
Uno es Toys ‘R’ Us Nueva York y otro, las islas Pitiusas
Regresar a esos lugares,
me hace sonreír hasta enseñar los molares.

Mi opinión puede estar altamente adulterada
Por mis vivencias pasadas,
Y eso que no soy el caniche de Paris Hilton
Ni mis vivencias son de purpurina platino
Pero me lo he pasado divino

Id a dónde queráis sin prisa
Os da permiso esta poetisa de Palo
Y no hagáis caso a ese señor

FIN DE LA ODA.

En resumen: siempre repito, como el alioli ibicenco, que a ver quién es el valiente que me da un beso después de comerme un kilo de alioli con pan en una terracita del puerto de Ibiza. Porque esta persona que redacta, parece muy fina y va de Influencer (ahora también de poetisa) de Palo, pero se transforma cuando el camarero le pregunta si quiere pan con alioli (nunca un ‘SÍ QUIERO’ fue pronunciado con tanta certeza, seguridad y convicción), y que si Victoria Beckham dice que España huele a ajo, pues que nos mande a su marido mi futuro amante y que ella se quede en su casa con olor a flor de loto de la India, que aquí ya estamos completos y somos mucho alioli para tan poco ajo, señora.