PARA ESTAR GUAPA HAY QUE CORRER.

Cuando me preguntan por mis trucos de belleza (nunca) cuento que yo, cuando llego a casa después de correr, me veo guapísima. Pero esto no es del todo cierto… Cuando vuelvo de correr me siento contenta, eufórica, poderosa, Hulk… Pero guapa, lo que viene siendo GUAPA, no. Después de aspirar durante mucho tiempo y con la boca abierta el Océano Atlantico o el Parque del Retiro, se me marca una vena en la frente —la misma que se me marca cuando tengo resaca—, se me pone la cara rosa como un cerdito, las ojeras se acentúan y se desata mi melena de leona. Soy como el arca de Noé 🐷🦁🐼

Cuando realmente me veo guapa es después de la ducha post-correr. A partir de ese momento, parece que mi cara tiene puesto un filtro de Instagram: la vena desaparece y mi piel se vuelve lisa, el rosa cerdito se transforma en un toque de color muy de señora sana, me brillan los ojos… Una cara guapa, sí. Me imagino que ese maravilloso cutis es el que también se me quedaría si pasase una noche loca con Brad Pitt, pero como eso es algo que todavía no ha sucedido, tendré que seguir haciendo kilómetros para conseguir el efecto buena cara.

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