Todo empezó hace tres semanas, cuando me levanté y me vi el pelo MUY verde y MUY feo después del verano con más chapuzones en mar y piscina que recuerdo. Llamé a Rosa, mi peluquera de confianza (la mejor, la que si le digo que me corte las puntas, me corta las puntas DE VERDAD) y le dije que en cuanto se acabase el verano de manera oficial, me quería cortar el pelo. MUCHO. ¡Qué alegría me das, Paloma!, respondió ella al otro lado de la línea.

Ni he sufrido una guerra, ni me ha secuestrado nunca un cártel mexicano, pero en cuanto entré por la puerta de la peluquería, sentí lo que era EL TEMOR.
Fue todo muy rápido, como cuando voy a hacerme una analítica y la enfermera, que ya me conoce, me da palique para que no me piense en el pinchazo. Rosa me preguntó por mis vacaciones y mientras le narraba mis aventuras, ingenua de mí, ZAS, tijeretazo al canto. “Esto había que hacerlo sin pensarlo, que no quiero te eches para atrás”. “Ay, Rosa, pero imagínate que ahora pierdo la fuerza, como Sansón y no puedo correr nunca más… O peor aún, ¿y si al tener menos pelo, se me escapan las ideas, la imaginación y dejo de escribir?”. A mi alrededor todo eran risas.
Pero Rosa hizo su magia ZAS ZAS ZAS y ¡TACHÁN! Cuando me miré al espejo me gusté MUCHO ¡No había tenido el pelo tan corto desde los 12 años!
Adiós pelo verde, adiós puntas abiertas, hola Palo de 12 años, vamos a estar juntas una buena temporada.

Estas guapísima!!! No tenias el pelo verde jeje pero ahora, tienes una melena preciosa!!