Que al pájaro carpintero no le duela la cabeza, es algo que no entiendo y creo que no hay ninguna teoría que nos lo explique. Sin embargo, hay otro tema que yo ya pensaba que estaba claro, pero que ayer, después de hablar discutir con una amiga durante un buen rato, me di cuenta de que no.
Tres, dos, uno… ¡PUM! Abro debate.

Mi amiga dice que por las mañanas, después de ducharse, se embadurna las piernas con Somatoline, la crema reductora el mejunje ese que adelgaza te crea un efecto frío/calor que viajas del Sahara al Polo Norte en cuestión de segundos, pasando de las tiritonas a los sofocos como si tuvieses 39°de fiebre. Y hablo con conocimiento de causa; me embadurné una vez y la experiencia fue bastante desagradable y lo único que se me redujo fueron las ganas de vivir.
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Mi amiga se pasa todo el día sentada, a veces se come un sándwich y unas patatas fritas del vending en la oficina y cuando llega a casa, se tumba a ver la serie de turno a la que esté enganchada y después, se vuelve a masajear con el mejunje, porque ella piensa que “algo hará”.
Yo le he dicho que los milagros a Lourdes y que invierta los euros de la crema del mejunje en un gimnasio. Pero como ella ya considera deporte bajarse una app de running en el móvil (y no parece que tenga intención de hacer nada más), le he aconsejado que los invierta en un buen vino, en un buen jamón, o en una buena mortadela de Bolonia (¡OJO, que no os la den con queso aceitunas!) y se haga un bocadillo en condiciones, para acompañar a esa serie que ve al llegar a casa; porque ese mejunje Somatoline no le va a reducir absolutamente nada y el vino, el jamón, o la mortadela —de Bolonia— reducen las penas y el estrés (lo dice un estudio de usos y costumbres gastronómicas que me he inventado).

Pero ella insiste:
—Algo hará, seguro que adelgazo más que si no utilizase nada.
—Sí, te adelgaza la cartera, amiga… Pero si te niegas a vivir sin embadurnarte en un mejunje, cómprate el de Mercadona, que el efecto placebo frío/calor es el mismo (también lo he probado) y por lo menos no te gastas un pastizal.
Pero ni caso: ahí la dejé ayer, en la farmacia, comprándose su segundo bote de Somatoline. Y ¡ni siquiera me dejó entrar con ella para preguntarle a la farmaceútica!

Está claro que tontos ingenuos te los encuentras en todos los ámbitos, así que volviendo a casa, miré el precio del preciado mejunje en internet y al ver que costaba TREINTA EURAZOS, me lo compré tomé una decisión: escribiré un libro que se titule: “Consejos de Palo: Menos embadurnarse con cremas y más mover las caderas”. Y solo tendrá título. A ver si cuela. Próximamente en vuestra librería más cercana (por 30 €).
Uyyy, que ayer se me olvidó aportar mi granito de arena sobre esta cuestión.
Para efecto placebo, añado otro remedio casero, que a la vez que crea la sensación frío/calor, aporta también un olor más que agradable, reconfortante y seductor. El alcohol de romero.
Hale, ¡¡ahí te lo dejo!!