Mafalda me enseñó a despeinarme.
Resulta que lo rico, engorda; lo bonito es caro, el sol provoca arrugas y así con todo; lo que más nos gusta despeina.
Nadar en el mar, despeina; subirse a unos tacones y bailar hasta el amanecer, despeina; dar ese beso, también despeina; partirte de risa, jugar y comprarte un Donut de chocolate, despeina. ¡Hasta dormir despeina! Hay que montarse en el primer vagón de la montaña rusa, saldremos con pelos de loca, pero lo peor que puede pasar es que al mirarnos al espejo tengamos que volver a peinarnos.
Yo suelo estar despeinada, de hecho cada vez que voy a la peluquería salgo jurando y perjurando que no vuelvo, pero eso ya es otro tema.
Gracias Mafalda.