El otro día comprendí que la mascarilla, complementada con los accesorios adecuados, es como la capa de invisibilidad de Harry Potter: puedes escaquearte de saludar a tu ex compañero pereza del cole, sin tener que cruzar de acera porque no te va a reconocer. Y a los hechos me remito:
La semana pasada, mientras iba por la calle dándole vueltas al tema de que tendría que ayunar entre una semana y el resto de mi vida para que me quedase perfecto el vestido que me acaba de comprar, el Inspector Gadget una persona accesorizada con mascarilla, gafas de sol, sombrero, pestañas postizas, un loro en el hombro y un casco con luz de minero, me paró y me dijo: «¡Hola Palo!«, sacándome así de mis profundos pensamientos. Mi primera reacción fue la clásica cara de póker… Todavía no he desarrollado la capacidad de reconocer a alguien por sus pómulos ¿vale? pero CREO que al final salí bien parada (o, como dicen los cursis, airosa) de la situación.
Hasta aquí, muchos/muchas/muches os sentiréis identificados/as/es ya que el uso de mascarilla combinado con gafas de sol, nos convierte inmediatamente en seres inertes, carentes de expresión. Somos como un buzón de Correos en medio de la Calle Serrano, como una papelera a la salida de un concierto, como una cabina roja en Oxford Street… De hecho, ver una cabina roja en Oxford Street me emocionaría mucho más que ver a un ser con mascarilla y gafas de sol.

Cuando digo que salí airosa de la situación, me refiero a que estuve CINCO ETERNOS MINUTOS dándole palique a la papelera persona fingiendo que la conocía. No fue tan difícil; mantuvimos la típica conversación de ascensor «qué tal tus vacaciones, las mías fenomenal, pero qué rollo esto de la mascarilla ¿Aznar se ha vuelto a dejar bigote? Yo creo que no, pero da igual, yo se lo sigo viendo, porque eso es como cuando quitas un cuadro de la pared, la huella se queda ahí plantada. Bueno, me alegro de verte. Hasta luego, hasta luego».

He de decir (no sé si a mí favor) que, mientras ascendíamos por los escalones de la verborrea, el sujeto desconocido se sacó las gafas de sol y cual fue mi sorpresa al comprobar que ¡SEGUÍA SIN RECONOCERLO! Os preguntaréis que si a día de hoy todavía desconozco su identidad. Pues sí. Os preguntaréis también que si me siento orgullosa de mí misma por haber capeado el temporal de manera elegante. Pues también.
Querido sujeto desconocido, si me lees, manifiéstate.
Queridos lectores del blog, usad la mascarilla, además de salvaguardaros del bicho microscópico, os salvaguardará de tener que saludar a bichos de tamaño humano nunca sabéis con quien os vais a cruzar por las calles. Además, a algunos hasta os favorece 😉

** Post patrocinado por Gobierno de España y Fernando Simón (me he dado por aludida con el llamamiento a las Influenzerrrs).
Genial!!!
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