He descubierto una nueva enfermedad y la he llamado etiqueto-fobia. Hace cinco años, una etiqueta era ese trozo de cartón que se te olvidaba cortar de la espalda de tu nueva chaqueta verde caqui que lucías orgullosa por la calle, mientras desconocías tamaño descuido. Las etiquetas también eran la Biblia el librillo que viene por dentro de toda camiseta del impero Inditex que se precie (cuántas selvas se salvarían si estas etiquetas se redujesen a una sola en la que simplemente pusiese: “Lavar en seco”, “No Planchar”, “No meter en la secadora”, “No prenderle fuego”, “No lavar”, “No robar”, “No matar”, “Santificar las fiestas”, “Honrarás a tu padre y a tu madre”).
COSAS QUE PASAN
Estoy convencida de que más de uno y más de dos se sentirán identificados. Y es que ningún drama es comparable a lo que sientes cuando pinchas ‘Me Gusta‘ en una foto-comentario de 1995 de esa persona que no te importa, pero que cotilleas cada día. Eso sí que es un auténtico DRAMA DEL PRIMER MUNDO.
Y por eso yo no cotilleo desde las cuentas de mis amigas.
Pequeñas dosis de humor por Laura Pacheco.