Hoy hace un año que, además de un saco de huesos, yo era un saco de nervios. Me iban a operar por primera vez y me aterraba escuchar eso de ‘anestesia general’. Hay gente a la que no le parece para tanto (no lo es), pero para mí significaba un mundo, una galaxia y el universo entero. Me habían diagnosticado una enfermedad rara que se llama #acalasia y que, en resumen, me impedía alimentarme. El otro día subía las escaleras de mi casa con la mascarilla puesta y la falta de aire me recordó a la fatiga que sentía durante esos meses al hacer cualquier esfuerzo. Pero no soy yo de narrar mis penas (algo conté LO BONITO aquí); al revés, lo que quiero decir es que un año después y pese a las circunstancias actuales, estoy muy bien. Esos fantasmas del pasado me han dejado cinco cicatricitas en mi labrada tableta a las cuáles he cogido cariño (todavía tengo que ponerles nombre, que ¡hoy están de cumple!); ellas son un recordatorio del gran aprendizaje que me llevo de esos meses malos regulares. Porque a veces es bueno acordarse de lo malo, hace que otras cosas que vienen después no parezcan tan terribles ¿Dónde estaremos dentro de un año?
