Me gusta ver las estrellas en una noche despejada, enseñarle a quién tenga al lado las constelaciones y que me admire como si acabase de resolver el Teorema de Pitágoras. No me gusta que me entre agua en los oídos cuando me tiro de cabeza a la piscina y me cae muy bien Sebastián, el cangrejo de La Sirenita. Pocas cosas disfruto más que el primer sorbo de una caña muy fría después del trabajo.

Me encanta la ilusión que sentimos mis amigas y yo cuando fijamos los miércoles como día clave para vernos, pese a que todas sabemos que el miércoles que viene nos habremos olvidado y que no nos veremos hasta el próximo mes. No me gusta esta ‘nueva normalidad’, prefiero llamarla ‘nueva supervivencia’. Me gusta despertarme antes de que suene la alarma y concederme esos ‘5 minutitos más’, sabiendo que no se los estoy robando a la cuenta atrás que empieza en cuanto suena el despertador.

No me gusta salir de casa con un 10% de batería en el móvil. Me parece una locura. Me quedo embobada viendo el cielo rosa de Madrid. Me gusta engancharme a programas bodrio de la TV para comentarlo después con mis amigas como si fuese el peor de los pecados. No me gusta la gente que no es amiga de la verdad. Tampoco me gusta llorar viendo una película dramática.

Me ha hecho ilusión encontrarme por la calle con mi nuevo vecino, que me reconociese (pese a la mascarilla) y que se acordase de mi nombre ¿Será porque yo no recuerdo el suyo? Me gusta cenar cecina y queso curado mientras hablo por teléfono con mi madre. No me gusta pedir un gin tonic y que me traigan algo que se parece más a una maceta llena de flores. Me gusta ir a una librería a comprar un regalo, ver un libro con buenísima pinta y no poder evitar comprármelo para mí también.

Me gusta el olor a hierba recién cortada, aunque eso signifique echar mano de los antihistamínicos. No soporto que cuando estoy corriendo y me acerco a un paso de cebra, un coche acelere y me haga frenar. Confieso que más de una vez he deseado llevar piedras en los bolsillos para hacer alguna maldad. Odio llamar a mi compañía telefónica y que me pongan a la espera con esa melodía que me taladra el tímpano.

Me encanta mandar un mail y recibir un ‘Estoy fuera de la oficina’ cuando no me interesa en absoluto que esa persona me responda pronto. No soporto cuando las etiquetas que vienen con la ropa parecen una novela de Agatha Christie. A veces las leo enteras a ver si al final pone quién es el asesino. Me encanta vivir en Madrid otra vez. No me gusta encontrarme a mi ex novio el día que he dormido mal y tengo ojeras de oso panda.

Me gusta comprar flores los viernes e ir con ellas por la calle. También me gusta que la gente piense que se las voy a regalar a alguien, lo cual es cierto, son para mí. Me gusta ir a comprar el pan en verano porque me recuerda a mi infancia ¡Esa fue una de mis primeras responsabilidades! No me gusta que me traigan una cuchara de madera para comerme el postre. Me espanta estar al lado de una persona que tiene una higiene distraída. Me encanta Formentera en Octubre, es como regalarse un poquito de agosto en mitad del otoño.

Comparto muchísimos de tus gustos querida Palo. Siendo influencer y con todo lo que cuentas, solo me queda decir
“ Madrileños no sabéis lo que os estáis perdiendo” jeje. Beso grande
Para nada! Están disfrutando a tope de mi presidencia! 😉